¿Es bueno que los bebés usen chupete?
El chupete es uno de los artículos más comunes y tradicionales para calmar a los bebés. No solo cuando están nerviosos o inquietos, sino también cuando padecen algún dolor, ya que la acción de chupar los relaja y recuerda al acto tan natural de mamar.
Pero hay ocasiones en las que el uso del chupete por parte de los bebés se alarga en exceso y esto puede perjudicar a su desarrollo y a la salud de su boca.
¿Cuándo es conveniente que los bebés dejen de usar chupete?
La edad a la que conviene que los niños dejen de usar chupete se suele marcar a los dos años de edad, aproximadamente. Esto se debe, principalmente a dos motivos: el primero, que está demostrado que el uso del chupete puede ayudar determinantemente a reducir el riesgo de muerte súbita, ya que la acción de chupar durante la noche los mantiene en un estado de consciencia limitada que puede evitar esa muerte súbita.
La segunda razón es que cualquier influencia del chupete en el desarrollo de los dientes y el paladar durante los dos primeros años de vida no son determinantes, sino que pueden tener una solución fácil, en el caso de que existiera. Eso sí, es conveniente tener en cuenta que las tetinas han de ser planas y, sobre todo, del tamaño más pequeño que el niño acepte, para que su incidencia sea menor.
También conviene señalar que, durante los primeros días de vida, no es conveniente ofrecerle un chupete al niño, siempre y cuando su alimentación se vaya a basar en tomar leche materna del pecho. El modo de succionar de una y otra son muy diferentes y se corre el riesgo de que un niño tan pequeño no pueda alimentarse adecuadamente. Esto no sucede cuando los niños pequeños se alimentan con fórmula, ya que la tetina del biberón y del chupete se succionan de un modo parecido.
¿Qué pasa si el bebé o niño usa el chupete durante más tiempo?
La primera consecuencia del uso del chupete, o de la tetina del biberón, ya que son muy similares, es que los dientes centrales inferiores van a tender a desviarse hacia dentro. Esto se debe al modo en el que se introduce la tetina en la boca y al modo de succionar, muy diferente a cuando se toma leche del pecho materno.
Esta acción, sobre todo si el uso del chupete y del biberón es de muchas horas al día, también van a influir en los dientes del maxilar superior y, posteriormente, en los caninos. De hecho, las consecuencias pueden llevar a que las líneas superiores e inferiores pierdan paralelismo y las arcadas superior e inferior no cierren correctamente, sobre todo si el uso del chupete se prolonga más allá de los dos años de edad.
Otros riesgos asociados al uso del chupete
Además de influir en el crecimiento y posición de los dientes, el chupete también puede afectar de otro modo, aunque no tanto por sí mismo, sino por una mala costumbre que se ha transmitido de generación en generación de padres y que se debe desterrar.
Estamos hablando de la caries del biberón, ocasionada casi siempre por un uso del chupete junto a alguna bebida dulce. Nos referimos a casos en los que se moja el chupete en zumo, leche, yogur azucarado o cualquier otro alimento porque, de este modo, lo acepta mejor y se calma con mayor rapidez.
El problema es que el azúcar presente en estos alimentos favorece la proliferación de bacterias que pueden producir caries y esto no es nada conveniente, sobre todo para niños de una edad tan temprana, más allá de lo que pueda suponer en otros aspectos de su salud, dieta, etc.
No usar el chupete de un modo indefinido
En conclusión, podemos decir que el chupete puede tener aspectos buenos, ya que ayuda a relajar y calmar a los bebés en estado de ansiedad o hambre, sobre todo por la dificultad de entender lo que quieren expresar cuando tan solo tienen unas semanas o unos meses.
Incluso hay estudios que demuestran que el uso del chupete supone una menor incidencia del síndrome de muerte súbita, ya que la succión los mantiene ligeramente activos y con el sueño menos profundo.
Pero, definitivamente, el chupete no puede ser utilizado nunca como sustituto del pecho materno ni tampoco como un calmante de uso indefinido. Las consecuencias para la salud bucodental del niño pueden llegar a ser graves si este uso no se reduce o elimina a partir de los dos años de edad.